La elocuencia del silencio

Repetir una y otra vez que “el que calla, otorga” no nos da la razón. Sin embargo cuando todos callan y se empecinan en un silencio contumaz, lo tenemos que interpretar como que tenemos la razón. Si alguien dijera de mi que no cumplo los contratos y no fuera cierto, respondería con una contundencia tal que abortaría cualquier intento de reiteración por parte de los denunciantes. Si alguien dijera de mi que tengo un contrato o precontrato apalabrado y que no lo estoy cumpliendo, faltando de este modo a mi compromiso profesional y a mi palabra y mi honor y no fuera cierto, os aseguro que hago callar a quien me acuse de forma rotunda e incontestable. Si alguien dijera de mi que he obrado con parcialidad, perjudicando a una parte del conflicto a favor de la otra y haciéndolo a sabiendas – lo que viene siendo mayormente eso de prevaricar– no dejaría pasar un segundo antes de poner en la picota a quien me acusara en ese sentido. Si miramos un poco en lo dicho hasta ahora, nos damos cuenta del común denominador de todas las situaciones que he relatado. En todas la reacción se propone desde la premisa de que las acusaciones no son ciertas, así –que jugando a las matemáticas-  si A es igual a B y B es igual a C, A y C son –necesariamente- iguales, lo que quiere decir puesto en clave de silogismo que si alguien propone una falsedad yo reacciono, ergo si no reacciono es porque no hay falsedad en la propuesta. Es decir: El que calla , otorga”  Pues eso. Lo dicho..

Sin embargo también es cierto que el orgullo de los pobres no da de comer. Los silencios de algunos además de elocuentes son dolorosos. Vemos avanzar la aguja del reloj como la del depósito de gasolina del coche. Cada movimiento es dinero. Dinero que no se gana o dinero que se pierde por la vía rápida. El dinero de los demás es fácil de apostar. Es el dinero más barato del mundo. Este es el auténtico país de “Nuncajamás”  donde “ nunca jamás” pasa nada. Estamos en un hospital donde primero te hacen la autopsia y después te ponen el tratamiento, donde su usan cañones para matar moscas, pero los cañones se cargan de bolitas de papel “cruché”. Espectacular pero absolutamente inútil. De las múltiples definiciones de la palabra “farsa”, me quedo con la que lo acota como un entramado hecho para engañar. Por que algunos silencios sólo esconden mentiras. Mentiras sobre lo que se iba a hacer y no se ha hecho, sobre la ecuanimidad de los acuerdos y, si me apuran, mentiras sobre el respeto a las personas. Lejos de los géneros teatrales, las farsas la perpetran los farsantes, aquellos que fingen lo que no son y no sienten lo que hacen.

Cuando se ponen las cartas sobre la mesa llega el momento de quitarse las máscaras y  vernos las caras unos a otros. Está todo por escrito. Que nos digan dónde no hay verdad. Que nos refuten, argumenten, discutan o denuncien, pero ya basta de silencios interesados que no son tales silencios. Son mentiras taimadas de aquellos que carecen de razón y de decencia. Os lo ponemos en limpio. Estamos hartos de mentirosos pusilánimes que sin la condición de mantenidos por parte de oscuros intereses pseudoinstitucionales prefieren ver al paciente morir de viejo, aunque se trate de una consulta pediátrica. No todo se arregla con culpar a lo divino o a las cúpulas. Cada uno tienen su parte de culpa y aquí estamos ante las cucarachas que se esconden entre la maquinaria de un sistema que critican pero utilizan en interés propio. De esa incapacidad de réplica o de esa incapacidad para tomar las decisiones pertinentes debían `preocuparse sus superiores. En cualquier caso están ocupando la plaza que no les corresponde. La pólvora del rey es barata para todos…Menos para el rey. Y el rey, hoy en día, no está para organizar expediciones a las américas. A ver si de esta somos capaces de distinguir a los enemigos de forma clara e indudable. A la entrevista de hoy sumaremos cuantas más hagan falta para documentar (con papeles) la gran mentira escondida tras la callada de algunos. Como ya hemos dicho en otras ocasiones: El barco se hunde pero la carga flota. Jugar y perder, pagar y callar. Hasta ahí nuestra responsabilidad que ya está asumida. Ahora les toca a los demás.

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